La oveja negra.

Paola Rivas

von Paola Rivas

Story
Münster, Alemania. 2024

En mi propia experiencia, hasta donde recuerdo, me había dado cuenta de que, de alguna manera, frecuentemente tenía la sensación de “no pertenecer”. ¿Pertenecer a qué? Los primates tienen 48 cromosomas y se sabe que son nuestros “parientes más cercanos” (genética y evolutivamente hablando). Colgando en el misterio antropológico, aquí estamos, la humanidad, los homínidos, también conocidos como „sapiens“, 46 cromosomas, que significa „haber evolucionado hacia la razón“, según el latín: ‚persona sabia‘, y sin embargo aquí seguimos con misoginia, psicópatas con armas nucleares como espejo de las pobres habilidades de resolución pacífica de conflictos que hemos adquirido, contaminando ecosistemas maravillosos y extinguiendo especies, adorando una opulencia falsa y decadente porque nosotros, „monos sofisticados“, parecemos haber olvidado cómo co-existir y nos hemos dejado arrastrar a un oscuro hechizo de entumecimiento de la conciencia, egoísmo que nos está acercando al acantilado de la autodestrucción. Dicho esto, ¿qué es “bueno” y qué es “malo” y quién lo determina? A lo largo de la historia de la humanidad, en los rincones de las civilizaciones que han existido, la diferencia entre moral, filosofía, ética, tradiciones, libre albedrío, creencias, fe, es enorme, pero algunas muy parecidas. Entonces, ¿quién o en base a qué “parámetros” puede aplicarse para revisar la escala de una virtud? Lo que es normal para la araña, significa un caos absoluto para la mosca. Mi madre, a la que ahora le tengo compasión, me concibió sin planearlo y por lo tanto se vió en la necesidad de ser una madre ausente para poder ir a trabajar, y recibir un salario mensual para cubrir mis gastos de vida y la mayor parte para pagar la costosa Academia Católica Británica en la que estudié durante 13 años. El interés de mi madre era el alto nivel de inglés que ofrecía esta escuela y me dió el regalo de poder aprenderlo correctamente, ya que en esa época era una habilidad bien pagada, un plan de estudios que podría permitirme en el futuro mejores oportunidades laborales, especialmente en las difíciles condiciones políticas y financieras de ese momento en México, entre 1989 y 1995. Rodeada de „chicas ricas“ no era algo que me emocionara o atrajera, ya que soy de orientación introvertida. Puedo ser sociable a veces, pero sensible, por lo tanto, tenía muy pocas amigas en la escuela y disfrutaba más descubriendo el maravilloso mundo de la biblioteca después de comer el sándwich de jamón y mayonesa que mi amado papá Beto solía prepararme todas las mañanas. De alguna manera me sentía feliz y en paz con la tranquilidad y el silencio del lugar, sin ruidos fuertes, con el aroma de los libros. A través de los ellos, que desde pequeña se convirtieron en buenos amigos míos, los devoré, por lo tanto aprendí sobre muchas cosas y con eso también surgieron muchas preguntas que básicamente nadie podía responderme, o que pudieran satisfacerme de manera efectiva. Ni mis padres, ni mis maestros, ni el cura de la escuela, ni mis amados abuelos Tata y Tita, quienes básicamente me criaron, ni mi amiga vecina, etc. Estaba segura de la sensación de que las respuestas debían existir aunque yo o las personas a mi alrededor no tuviéramos idea de ellas. Era frecuente que me llamaran “rara”. Conozco la connotación de eso, pero no entiendo muy bien por qué la gente se dirigía a mí con ese término por expresar mis pensamientos y preguntas sobre el yo, el alma, el cosmos, las civilizaciones antiguas y los misterios antropológicos de la humanidad. Siempre hay alguien en el clan que no “encaja”.

© Paola Rivas 2025-02-01

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